7 de mayo de 2011

EL LARGO CAMINO DE LA VENGANZA
Capítulo IV - El Mecenas

Los operarios del espaciopuerto se afanaban en la reconstrucción de los daños en turnos de trabajo draconianos. Aunque Engel había visto en Ligaheim a los técnicos más cualificados de los Mundos Conocidos, debía reconocer que la crueldad de sus amos Decados les daba a esos siervos una motivación extra de la que los hombres libres carecían.

-Veo que han tenido algunos problemas por aquí, milord -dijo el Killroy mientras contemplaba las huellas de explosiones que regaban la pista principal.

El barón Kohl von Heller le miró durante un instante con desagrado, era obvio que no era de su gusto tratar con gente como Engel.

-Ya sabía que eran individuos peligrosos y excepcionales, Auriga, por eso les contraté en primera instancia. Lástima que su sentido del honor no fuera parejo a su habilidad.

-¿Ha pensado en mi oferta? Son una presa que se mueve demasiado rápido, un pequeño grupo cualificado y bien equipado tiene más posibilidades de atraparlos que los agentes de la Casa Decados.

-Mis problemas comenzaron precisamente por delegar en gente como usted, agente Engel. La venganza es un asunto de honor y como tal no se puede dejar en manos de quienes no comprenden tal compromiso.

-Yo lo comprendo, milord -Engel retiró brevemente la máscara que cubría su rostro dejando al descubierto sus heridas -Le aseguro que lo último que verá en mí es falta de compromiso.

El barón le contempló con más curiosidad que desagrado. Le hizo un gesto con la mano para que le acompañara hacia uno de los hangares.

-Ya había decidido ayudarle, Engel, pero tendrá que ser bajo mis condiciones.

Dentro del hangar les esperaba una fragata de fuselaje completamente negro y formas sinuosas. Parecía más una nave de infiltración que de combate.

-¿Sabe lo que es esto, Engel?

-Hasta ahora sólo por menciones en informes de los Killroy, barón. -Engel no podía disimular su sorpresa. - Debe ser una Nightwing, una de las naves sigilosas que crearon a finales de la guerra con tecnología robada a los Al-Malik.

-Veo que en su agencia están bien informados. He tenido que recurrir a mis más elevados contactos para conseguirla. Dispondrá usted de ella para su misión, junto a una dotación completa.

- Está depositando en mí una gran confianza... supongo que a cambio de algo.

-La Agencia Jacobiana quiere interrogar a los fugitivos antes de su muerte, es posible que posean información valiosa sobre sus patrones. Para asegurarse de que se cumplan sus deseos deberá llevar usted a uno de sus efectivos.

De la rampa de carga de la nave descendió una enorme figura totalmente embutida en una armadura negra de plastiacero. El yelmo reflectante que ocultaba sus facciones y la terroríifica espada-sierra de su cintura le identificaban como un Cosaco, los temibles comandos de la muerte de la Agencia Jacobiana.

Engel no pudo evitar un escalofrío al recordar una vieja superstición de la época de la invasión de Malignatius. Los soldados Li Halan consideraban demonios a los Cosacos y creían que cuando un hombre moría a manos de uno de ellos, viendo su propia muerte reflejada en su yelmo, le era arrebatada su alma.

-Uno de sus camaradas murió durante la fuga de nuestros objetivos. A cada escuadra de Cosacos les une un feroz sentimiento de lealtad. Éste y sus hermanos no cejarán hasta que hayan vengado su muerte.

Engel sonrió ante las nuevas expectativas que se abrían para su grupo de caza.

-¿Cómo se llama la nave?

-Némesis -Respondió von Heller -Como la antigua diosa de la venganza.

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