4 de mayo de 2011

EL LARGO CAMINO DE LA VENGANZA
Capítulo I - El Superviviente



-Vamos, Dunne, podemos hacerlo... Ya casi hemos salido.

Engel notaba que su voz había perdido convicción con el paso de las horas, pero, dado que Dunne estaba cada vez menos consciente, era probable que sus ánimos fueran más dirigidos a sí mismo que al herido. Fueran a quien fueran destinados, no surtieron efecto.

El sacrificio de Jansen apenas les había valido unos 20 minutos de delantera. Cuando era obvio que no podrían escapar, se había ofrecido voluntario para crear una distracción que retrasara a sus perseguidores y se había separado de ellos. Por un momento Engel llegó a pensar que aprovecharía para abandonarlos y escapar por su cuenta, pero los alaridos que oyó más tarde le confirmaron que había sido un valiente o que había tenido mala suerte.

Llevaban horas huyendo, usando los escombros de El Vertedero como cobertura, pero a medida que se acercaban a las zonas seguras de Kesparate menos escondrijos había. Cuanto más cerca estuvieran de la salvación, más expuestos se iban a encontrar.

Engel ya no podía más; Dunne cada vez ponía menos de su parte por caminar y llevaban muchos kilómetros recorridos. Se detuvieron entre las ruinas de lo que debió ser algún tipo de planta industrial de la 2ª República y se ocultaron entre las sombras. El edificio estaba parcialmente hundido en una gran charca de oscura agua, el ambiente era muy húmedo, pero, según el detector de radiación que llevaba en la pulsera, los niveles de contaminación eran tolerables.

Al menos los bastardos que les habían abandonado desarmados en El Vertedero les habían dejado agua y su escaso equipo de supervivencia. Seguía siendo una condena a muerte, pero les habían dado los medios de alargar su agonía unas cuantas horas más. Engel se había jurado que no iba a morir sin antes volver a verse cara a cara con los que les habían dejado en ese infierno a él y sus hombres. Les iba a agradecer su gesto magnánimo de no haberles matado, iba devolverles su consideración con creces.

Un ruido de gravilla removida le sacó de su ensimismamiento. Los oía dentro de la fábrica. Estaban más cerca de lo que él pensaba! No se habían detenido a devorar el cuerpo de Jansen, no teniendo otras dos presas jugosas tan cerca.

Desesperado, buscó algún escondite mejor que las meras sombras. Sin duda varios de ellos se habrían adaptado a ver en la oscuridad total, así que la única opción era moverse de allí. No vio ninguna opción cercana que no entrañara el riesgo de hacer demasiado ruido, así que sólo les quedaba la opción de las malsanas aguas.

Lentamente, arrastró el cuerpo de Dunne y lo fue hundiendo en la fría charca. Enseguida comenzó a protestar, pero él le tapó la boca y le susurró tranquilizadoramente.

- Me ahogo, Jonathon, ayúdame... me ahogo.- Gemía Dunne.

No parecía consciente de la situación, pero Engel no podía alzar más la voz para tranquilizarlo. Le tapó la boca con aún más fuerza y se hundieron en las aguas hasta casi la altura de los ojos, camuflándose entre restos flotantes.

Enseguida los pudo ver, un grupo de siluetas contrahechas se recortaba contra la luz de una de las grietas. Parecían vagamente humanas, pero a poco que uno se fijase se iba a encontrar con extraños e incluso múltiples miembros y otras muchas malformaciones. Ojos brillantes les buscaron entre la oscuridad y pudo escuchar un ruido de olfateo más propio de bestias que de hombres.

Los D-Generates era una de las más peligrosas y viciosas bandas de Cambiados y el hecho de que les hubieran perseguido mucho más allá de los límites de su territorio así lo demostraba. Habían olido la sangre y no se iban arendir hasta tener a su presa.

Dunne cada vez forcejeaba con más fuerza y hacía esfuerzos por gritar, estaban haciendo demasiado ruido, no iban a tardar en descubrirles. Engel se dijo que "no tenía otra salida", que "sólo lo silenciaría hasta que pasaran de largo". Puso todo el peso de su cuerpo sobre Dunne y lo hundió hasta el fondo de las aguas.

Durante un instante que pareció eterno sintió la lucha desesperada de su compañero, pero no relajó su presa. No pudo contener las lágrimas que bajaban desde sus mejillas para fundirse con la charca, pero lo que sí que pudo contener fue el ruido, ya que los Cambiados pasaron de largo. lamentablemente, tardaron demasiado en irse para Dunne.

Esperó un buen rato hasta asegurarse de que estaban ya lejos para salir del agua. Se alejó tan rápido como pudo del cuerpo de Dunne. Los remordimientos empezaron a asaltarle, pero sabía que no había tiempo ahora para eso ahora, ese tipo de pensamientos te mataban en una situación así.

Tampoco tuvo mucho tiempo para reflexionar sobre ello, puesto que apenas se había alejado de la charca y recibió un fuerte garrotazo en el hombro.

-¡Ja! ¿Pensabas que ibas a escapar de Sawmouth, carne? No soy tan tonto como mis hombres.- Bramó una enorme silueta entre las sombras. -Sawmouth es jefe, para él será todo el botín y la gloria.

El enorme mutante le derribó de nuevo sobre las aguas y atenazó su cuello. Le golpeó con fiereza una y otra vez la cabeza contra las rocas mientras le estrangulaba. Era mucho más fuerte que Engel, no había forma de escapar de su presa. Mientras sonreía, mostraba una horrible ristra de enormes dientes con forma de cuchillo que sin duda le habían servido para ganar su nombre de guerra.

-Te voy a devorar, hombrecillo, éste es tu fin.- Dijo mientras hundía esas afiladas monstruosidades en el blando rostro de Engel.

Un dolor indescriptible recorrió el cuerpo de Engel mientras veía cómo ese engendro le arrancaba un buen cacho de cara. Pero el dolor venía acompañado de miedo y furia ciega y ésta le dio fuerzas para agarrar un enorme cascote y golpear con fuerza la cabeza del Cambiado.

Gritando los dos como dementes forcejearon en una danza mortal para acabar lanzándose sobre las aguas. Pronto Dunne iba a tener compañía.





Los guardias de la Asamblea asignados a la protección de los pasos desde El Vertedero hasta los distritos altos de Kesparate no se caracterizaban por dudar mucho antes de disparar. Al más mínimo gesto sospechoso por parte de la escoria que habitaba el inframundo respondían con una buena ráfaga de sus armas.

Quizás fuera la orden de no malgastar munición lo que permitió a aquel despojo de ser humano acercarse lo bastante hasta ellos como para sacar algo de su bolsillo.

-Jonathon Engel, agente especial en misión de los Killroys.- Masculló lastimeramente con toda la claridad que le permitía el cacho de mandíbula que le faltaba.

Ya se acercaban los Esclavistas con sus porras a dar una lección a aquel desecho cuando vieron que efectivamente poseía credenciales del Gremio de los Aurigas.

-Tranquilo, amigo, estás a salvo.- Dijo uno de los Esclavistas tras comprobar su identidad. -Todo ha acabado.

-No.- Dijo la horrible máscara que antes era el rostro de Engel. -No ha hecho más que empezar.

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